Por : Luis Carlos Ramírez Lascarro
El encuentro que nos congrega tiene como propósito rescatar, conservar y divulgar productos de la creación, reflexión e investigación sobre la cultura popular en general y la música vallenata en particular en busca de reconocer a quienes, en ocasiones desde el anonimato y otras con reconocimiento, han contribuido con su obra a la construcción del patrimonio musical de la región y el país, como es el caso del homenajeado de esta edición: Aníbal Velázquez.
Velázquez, es uno de los pocos pioneros de la industria discográfica nacional que aún sobrevive, al igual que Julio Erazo, quienes ayudaron a posicionar la industria discográfica colombiana como modelo continental con sus múltiples trabajos, incluso juntos, como es el caso del álbum: Rosita Guamalera, que grabaran en 1952 para Discos Tropical y donde sobresalieron los temas: Quédate tranquila y Compae Chemo que es necesario dar a conocer a las nuevas generaciones de productores y consumidores acostumbrados a las efímeras y regularmente intrascendentes figuras de la actualidad.
En la música popular colombiana son pocos los compositores que han logrado consolidar una obra prolífica, con calidad sostenida, e incursionado, con éxito comercial también, en múltiples géneros musicales, tan disímiles como el corrido, el tango, la cumbia y la puya, por ejemplo, logrando sobrepasar fronteras geográficas, musicales y temporales por más de medio siglo.
Uno de los que, sin lugar a dudas han alcanzado este nivel de arraigo en la memoria cultural del país y el continente es el maestro Julio Erazo Cuevas, nacido en Barranquilla el 5 de Marzo de 1929, pero considerado Guamalero¹ por todos dado su especial afecto por esta tierra rivereña donde ha pasado gran parte de su vida hasta hoy.
Fue Proyeccionista de Cine en Bucaramanga, enfermero en el municipio de Tamalameque y Maestro de escuela en el corregimiento de Buenavista, jurisdicción de San Sebastián, Magdalena, durante tres años y donde conocería a Elides Martínez quien, posteriormente, se convirtió en su esposa y madre de sus cinco hijos: Julio, Elides, Ignacio, Sara y Betty, quien ha sido, además, musa de varias de sus más reconocidas composiciones, como: Te escribí una carta, Lejos de ti, Hace un mes y Celosa y guapa.
Su prolífica obra
En 1950 se traslada a la ciudad de Barranquilla, donde inicia su vida artística, que se extendió por 60 años, forjando una carrera digna de ser reconocida por su contribución significativa, con sus composiciones e interpretaciones, a la consolidación de la industria musical colombiana, que viviera su época dorada entre las décadas de los años 40 y 70 del siglo pasado.
Realizó grabaciones con unos 9 grupos propios y fue invitado a participar en otras agrupaciones de renombre nacional como La Orquesta de Pacho Galán, La Orquesta de Lucho Bermúdez y La Orquesta de Edmundo Arias, Bovea y sus Vallenatos, y Los Corraleros de Majagual, grupo con el cual participó en por lo menos 10 LP y con el cual consolidó sus mayores reconocimientos, con no menos de 50 de sus composiciones llevadas al acetato con esta estelar agrupación entre las que destacan: El bailador, Hace un Mes, El muñeco, La mujer que tengo, Espumita del río, y La gorra no se me cae.
Muchas de sus más de 350 composiciones han sido interpretadas por artistas y agrupaciones de gran renombre, dentro y fuera del país entre los que sobresalen: Los Melódicos, La Billo´s Caracas Boys, Los Hispanos, El Cuarteto Imperial, Los Caballeros del Tango, Julio Jaramillo, Gabino Pampini, Rolando La Serie, Noel Petro, Pastor López, Alejo Durán, Lisandro Meza, Pedro Laza, Daniel Celedón, Alfredo Gutiérrez, Jaime Llano, Silvio Brito, y Rubén Darío Salcedo, siendo uno de los pocos compositores colombianos que ha podido hacer un trabajo musical comparable, en su contribución al enriquecimiento cultural y artístico del país, con el que hizo el maestro José Benito Barros Palomino, por la gran variedad de ritmos empleados en sus creaciones, por lo que no sólo se le debe considerar como uno de los más polifacéticos sino completos compositores de Colombia, erguido en el mismo pedestal que corresponde a Lucho Bermúdez, Rafael Escalona, Pacho Galán, José A Morales y Calixto Ochoa, tal como se le reconoció en el segundo Gran Concierto Nacional del año 2009, reconocimiento que ratifica la relevancia de su trabajo artístico como compositor e intérprete.
Clásico de la música colombiana
Apegándonos al Diccionario de la Lengua Española, tomando la segunda de sus tres acepciones del término Clásico: “Dicho de un autor o de una obra que se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia”, al maestro Erazo lo encontramos digno de imitar por su calidad humana, su disciplina y constancia, y a su obra, teniendo en cuenta estos tres parámetros: Calidad reconocida, Aporte al patrimonio cultural y Perdurabilidad en el tiempo que son los usados de manera regular para este tipo de evaluaciones.
Calidad
La calidad en el arte es esencialmente subjetiva y el valor de una obra no lo puede dar un crítico en particular ni siquiera un grupo de estos; sin embargo el criterio regularmente usado para definir la calidad de una canción está asociado a su letra.
Cuando se juzga la calidad de las letras de las canciones regularmente se presta más atención al cómo se dice, enfatizando en la imagen construida, dejando muchas veces de lado el qué se desea decir, La Idea, El Tema, lo cual constituye la esencia misma de la obra y a través de lo cual se logra el cometido último de comunicar que es a lo que debe apuntar todo arte.
Su célebre tango, Lejos de ti, es una muestra no sólo de su versatilidad rítmica, sino de la intensidad de sus imágenes que, en sólo unas líneas logran condensar todo el desconsuelo de unos amores contrariados por la distancia, además de su dominio de la métrica española, iniciándolo con dos cuartetas asonantadas o coplas, con todos sus versos de arte menor y rima consonante en los versos pares, como debe ser:
Una de sus canciones menos conocidas en la costa caribe, pero de gran aceptación en el interior del país, tanto que hasta se ha hecho recientemente una versión de ella en ritmo de Carranga, es Pablito si te vas, originalmente un corrido y como estos, muestra de una canción verdaderamente narrativa, trascendiendo el costumbrismo descriptivo que predomina en la mayoría de las canciones, mostrándonos su calidad compositiva al apegarse con maestría a la línea de este popular género mexicano, narrativo por antonomasia en el canto popular de Latinoamérica.
Aporte cultural
El aporte dado a la cultura por las canciones se asocia a la reafirmación de la identidad de un grupo o territorio y que, en el caso de las del maestro Erazo no se limita sólo a los de su región de procedencia, sino que se expande de tal forma que se puede llegar a hablar de aporte a nivel nacional, como en el caso de la llamada música de diciembre en la que destacan varias de sus composiciones, tales como: Adonay, Hace un mes y Adiós adiós corazón que, año tras año, vuelven a ponernos a gozar en las versiones de Los Hispanos, El Cuarteto Imperial y Los Corraleros de Majagual, para las fiestas de fin de año.
A Guamal, tierra de sus amores, ha dedicado varias canciones que hacen referencia a sus costumbres e idiosincrasia, desde su primera grabación y su primer éxito comercial: La pata pelá, La puya Guamalera, La fiesta de mi pueblo, Guamal, El millero y Las canciones de Guamal, dos de sus más recientes composiciones.
Perdurabilidad en el tiempo
Quizá el escoyo más difícil de sortear por un cantautor y en particular para una canción para ser considerada un clásico es el de la perdurabilidad en el tiempo, pero no en el tiempo detenido y fracturado de la grabación que ya la eterniza al no dejarla perderse en el anonimato, sino en el tiempo vivo del imaginario colectivo que las refrenda con la frase: “suena como el primer día”.
Algunas de las manifestaciones culturales del Caribe Colombiano han logrado alcanzar a ser reconocidas como Patrimonio Nacional como el Porro y otras, incluso, Patrimonio de la Humanidad, como es el caso del Carnaval de Barranquilla y la música Vallenata Tradicional. La Cumbia, nuestro ritmo matriz, está en proceso de Patrimonialización y en todas estas manifestaciones el maestro Erazo ha realizado su aporte musical invaluable, además de haberlo hecho a otras como La Feria de Cali y La Feria de las Flores, que si bien no tienen el mismo estatus jurídico de las primeras son también Patrimonio Cultural de los Colombianos. Festividades en cuyos marcos se escuchan, año tras año, con igual disfrute que en los primeros días, sus canciones.
Diversas recopilaciones que antologizan lo mejor de estas manifestaciones, dan cuenta de este invaluable aporte del maestro Erazo, teniendo nueve temas en los 14 cañonazos volumen: 5, 7, 9 y 10, tres temas en 100 años de vallenato volumen: 1 y 4 y temas en otras recopilaciones como: El disco del carnaval Vol. 3, Inolvidables de la Feria de Cali, Las canciones más bellas de Colombia, Porros que hicieron historia, Joyas de la música colombiana y El goce goce de las verbenas, entre otras.
Su Juglaría
El oficio de juglar del maestro Julio Erazo, su mester de juglaría, es ante todo el de un re-creador, un artista que asimila valores, tendencias y conceptos de experiencias propias y ajenas, del colectivo o el pueblo, desencadenantes que luego re-elabora, re- crea y difunde en sus canciones que en ocasiones tienen un alto grado de narrativa y en la mayoría de los casos nos presentan fragmentos de anécdotas reales descritas con un toque costumbrista muchas veces jocoso o un lirismo siempre cuidado en el trato de los más fuertes sentimientos como el amor, el desamor y la impotencia y la devastación ante la muerte. Su oficio no es el de un periodista ambulante, nunca lo fue, ni en sus canciones eminentemente narrativas, pues su oficio no es el de presentar una noticia, sino versionarla, darnos una visión particular de ella. No es su
tarea la del informante, ni cronista siquiera. Su oficio es el del trovador, el aedo, el romancero, el bardo.
Sus canciones costumbristas
En sus canciones hay muchas que nos muestran que la vida es más poética de lo que se cree incluso en situaciones tan prosaicas como la picadura de una raya, las impertinencias de un niño preguntón, la nostalgia de la partida representada en la tinaja y el agua que de ella se bebió, las mujeres que viven con la pata pelá, las reflexiones de un hombre ya entrado en años cuando ve que ya la vida se le va, las más altas pretensiones de las sirvientas modernas, los pechiches prodigados a un gato muy distinguido, los robos de gallinas de un parrandero empedernido, las desventuras del tipo de malas del pueblo, una jornada de pesca luego de la creciente, el baile en una cumbiamba o el juego de la pirinola.
Del amor y desamor
El amor y el desamor han sido tema central de las canciones de todas las épocas y de todas las tradiciones, por lo que no podían faltar en el repertorio del maestro Erazo.
En lo que podríamos llamar la Generación sin nombre de los compositores del caribe colombiano, las letras casi siempre hablan de este único tema, pero que, en este caso es tocado de manera cursi, por decirlo menos, cuyo sujeto lírico es un sujeto humillado, fingido, llorón, que no asume su sentimiento buscando elevarse a sí mismo y al ser amado, sino que se asume de manera masoquista y autodestructiva, características diametralmente opuestas a las de igual temática del juglar guamalero.
Entre las canciones de amor podemos destacar: Chayito, Cuando te beso, Eres, Matilde, Mirándote así, Pasión ardiente, Rosalbita y Tengo un amor, entre otras.
Y entre las de desamor a: Carta de recuerdo, Aventurera, Aydee, Cumbia pa la negra, El abandonado, El consuelo que me queda, El pañuelito, La espumita del río, Hace un mes, Ingrata, Llegaste tarde, Me contaron que te vas, Me llevo tus besos, Te escribí una carta y Voy y vuelvo entre muchas más.
La protesta
El Festival de la Leyenda vallenata, desde sus orígenes, ha sido un evento de la élite terrateniente del departamento del Cesar que lo usó para dar una identidad al recién creado ente territorial, necesidad que llevó a sentar una posición a los miembros prominentes de la sociedad valduparense frente al departamento del Magdalena, al cual pertenecían, y que en un caso particular llevó al maestro Erazo a responderle al maestro Escalona, diciéndole: Aquí está el Magdalena.
La amistad
Otra característica típica de las composiciones de la música del caribe colombiano es el canto al amigo, al compañero de parrandas. El maestro Julio deja constancia de cariño a sus amistades en varias composiciones, además de la consagrada: Compadre Chemo, con la que buscó desagraviar a su amigo Anselmo Montes por no ir a la fiesta de cumpleaños de su hija y que constituye un verdadero monumento a la amistad. Estas composiciones son: Me voy pa La Gloria, dedicada a su amigo Ubaldo Meneses, y el paseo Arturo Pava, grabada por Lisandro Mesa.
Elegías
A algunos de estos amigos se les canta con el corazón compungido por su inesperada partida, como en el caso de dos artistas de distintos niveles de repercusión, siendo uno de inmortal trascendencia: El ruiseñor de América, Julio Jaramillo, a quien compuso el Porro Adiós a Julio Jaramillo y el otro un músico regional de nombre desconocido a quien sólo conocemos por el nombre de la canción que el maestro Erazo le compusiera en tiempo de Paseaito: Papabuelo.
La Picaresca
La picaresca, género ampliamente usado para la narración de anécdotas de la cotidianidad no está ausente en sus letras, por el contrario suele ser una herramienta de uso corriente en sus composiciones para relatarnos acontecimientos que de no ser por su óptica particular habrían pasado desapercibidos. Algunos de estos temas son: El plantao, El espíritu parao, El lapicito, La gorra se le cayó, El muñeco y El bailador, tema en el cual su picaresca la emplea para mostrar las dos caras de una realidad, aparentemente neutral.
Descripción de paisajes
Además de la descripción de costumbres que definen la idiosincrasia de un pueblo, el maestro Julio nos regala bellas descripciones de paisajes como es el caso de la reconocida: Adiós, adiós corazón, en la que nos habla de la belleza de la noche en la que un caminante pasea su pena de amor, mientras que en La Puya Guamalera nos habla de las típicas ruedas de cumbia en las que se baila hasta el amanecer a la luz de las velas, o de la Cumbia Margariteña, donde da una bella descripción de este larguísimo pueblo rivereño del departamento del Bolívar.
Un caso sui géneris
Mención muy aparte y particular merece la canción Sarita, por la extrañeza de su ritmo que inmediatamente se asocia al rock and roll por el beat de la percusión e incluso el “andante” del bajo. Es una canción romántica que se enmarca en lo que se conoció como Go – go o A gó – gó y que, efectivamente, derivó como latinización del muy popular rock and roll norteamericano de los años sesentas y que legó para la música latinoamericana una gran camada de músicos conocidos como: La generación Ye – ye, entre los cuales destacan: Leonardo Favio, Sandro y Raphael.
Coda
Como hemos podido ver en este breve y rápido recorrido por la amplia obra del maestro Erazo, esta incluye una gran variedad de ritmos y fusiones que no significan un detrimento o una corrupción de los ritmos tradicionales de la región, sino un aporte enriquecedor que sin lugar a dudas contribuyó a definir y posicionar lo que genéricamente se conoce como Música Tropical e incluso a la música actualmente conocida como Vallenata, hecho este último muy poco reconocido.
Es importante volver a escuchar y revisitar estas canciones, incluso desde otros lenguajes artísticos, como en los documentales planteados por Gus tavo Castaño y Fernando Ramírez o el relato de Diego Niño que propone una explicación al por qué Adonay se casó, de la misma forma que debemos revisitar y resignificar las obras de muchos otros maestros relegados actualmente al olvido para comprenderlas como el gran tesoro de la literatura musical del caribe colombiano que son y valorar su aporte sin igual poniendo el nombre de la región y el país antes que sus muchas miserias contemporáneas, en boca de todo el continente y el mundo.
Por : Luis Carlos Ramírez Lascarros